lunes, 17 de enero de 2011

La envidia carcome el alma

La envidia es un defecto estúpido porque es estéril. Del orgullo, de la pasión, pueden surgir algunos beneficios (materialmente hablando). También hay heroísmos que nacen de grandes pasiones. Sin embargo de la envidia no sale nada. No tiene ninguna consecuencia positiva ni siquiera para el envidioso.


Otros pecados aportan un placer momentáneo al que cae en ellos. La envidia, no. La envidia destruye más al envidioso que al envidiado. EL envidioso nunca será feliz. EL envidioso nunca podrá disfrutar de lo que tiene, porque siempre estará soñando con lo que tienen los demás.

En el ámbito profesional la envidia hace estragos entre los compañeros de trabajo. Siempre hay quien gusta de descalificar y desvalorar el trabajo bien hecho de los demás. Son demasiados los que disfrutan cuando alguien “cae” o se “Eclipsa”. Nos molesta el triunfo de los demás porque quisiéramos ser nosotros los triunfadores. La sociedad contemporánea favorece la envidia, por la competitividad que existe (ser el mejor a cualquier precio). El materialismo en que vivimos hace que no nos valoremos por lo que somos sino por lo que tenemos.

La envidia también puede destruir la amistad y las relaciones entre familiares o hermanos. Envidiamos a veces pequeñas cosas, pero eso nos separa de las personas que amamos.

Envidiamos que los demás tengan una casa grande, un vehículo más nuevo o confortable. Pequeñas cosas que nos corroen por dentro y convierten la convivencia en un infierno.

La envidia en a relación de pareja toma la forma de los denominados “celos”. Muchos creen que los celos son una muestra de amor. No es cierto. Los celos pueden poner fin en muchas ocasiones a una relación de pareja. Frecuentemente los celos provocan gran sufrimiento no solo a quien los padece, sino también a quien los sufre y es víctima de ellos.
La sospecha hacia la otra persona se alimenta constantemente a aunque no exista ningún motivo o evidencia. Las personas celosas llegan a perder el respeto por sí mismas y están obsesionadas exigiendo constantemente pruebas de fidelidad a las otras personas para tranquilizar su inseguridad.



Cuando falta Dios, y por tanto se enfría la caridad aunque nos apasione la solidaridad, no caben mas remedios que buscar los sucedáneos o aparentes. En esta ocasiones hasta nos podrían servir las enfermedades, como lo refiere esta breve anécdota.
“ Fernando Díaz Plaja refiere El español y los siete pecados capitales) que Agustín de Foxa, rico, aristócrata, diplomático y casado con mujer guapa, había tenido, por si fuera poco, un importante éxito con una de sus obras de teatro. Al felicitarlo, lo oyeron decir: “yo ya he empezado a hacer correr el rumor que tengo una ulcera en el estomago”.

Conocía bien a su mundo. De esa manera, el que lo elogiara siempre podría añadir: “ el pobre, de todos modos, está bastante mal de salud”.
Con eso atenuaría a las fieras para que no lo odien por su éxito”. Cf julio Eugi, Mas anécdotas y virtudes, Ed. Rialp).