lunes, 31 de enero de 2011

Persevera nunca te rindas y alcanzaras la victoria espiritual.


La vida de un cristiano es un constante batallar para conseguir
el éxito ( “la salvación) y ese camino es como un camino empinado en donde día
a día nos volvemos más fuertes asumiendo el reto de afrontar los obstáculos.
Dice la palabra de Dios enn2 Mac 15,21 “…El Señor concede la victoria a quienes
la merecen…”
A lo largo de nuestra vida el Señor se manifiesta con muchos
milagros que cada uno de nosotros en su interior puede numerar. El Señor nos
dice no se desalienten y sigan perseverando sin desfallecer.
Cuando estamos viviendo una vida sin sobresaltos y nos va
bien en todos los ámbitos de la vida tanto en el emocional, salud, económico, etc.
nos  sentimos como los engreídos del
Señor y nos llenamos de fuerzas para la evangelización.
Pero al igual que les paso a los apósteles en la barca
cuando llego la tormenta y el barco casi se hunde los discípulos que habían andado
con Jesús haciendo infinitos milagros  de
repente tuvieron miedo y se paralizaron y olvidaron su fe. El Señor a través de
un milagro les demostró su poca fe y los salvo calmando la tempestad.
Lo mismo nos suele pasar a nosotros cuando vienen los
tiempos de dificultad y nos olvidamos de los milagros que Dios ha hecho a lo
largo de nuestras vidas y a veces caemos en pánico o miedo lo que va
disminuyendo nuestra fe.
Al contrario hermano los tiempos de dificultad sirven para
aumentar nuestra fe, sólo enfrente los problemas y no huyas de ellos porque el
Señor está contigo y con el alcanzaremos la victoria.
Muchos están cansados porque la vida les viene dando muchos
retos y están perdiendo la fe, pero hermano no puedes olvidar todo lo que el
Señor te ha dado y dejarte vencer. EL Señor nunca te va abandonar llena de fe
orando y no pidiendo y sabiendo que con Cristo somos más que vencedores.
En estos momentos alzaras tus manos para alabar al Señor y
pedirle que aumente nuestra fe y nos haga soldados fuerte para la batalla. Levántate
y se valiente porque el Señor te dice que eres su hijo y que tiene una vida de
plenitud para ti pero no te rindas lucha y persevera hasta el final.
Abandona tus miedos, tristezas, enfermedades y cualquier
problema y entrégalos al Señor y junto a él marcha sin ningún temor.

Ser fieles en lo poco para serlo en lo mucho



“Les dijo: ‘Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres’. Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron” (Mt 4, 19)

El relato de la vocación de los primeros apóstoles nos invita a meditar sobre nuestra propia vocación, sobre la forma concreta en que debemos seguir al Señor. Unos están o estarán llamados al matrimonio. Otros a la consagración religiosa. Otros al sacerdocio. Todos a ser discípulos de Cristo y a intentar ser santos. Sin embargo, el planteamiento vocacional resulta inútil –incluso cuando teóricamente se produce- si no se está preparado para asumir las consecuencias que de ese planteamiento se deriven. De poco sirve preguntarle al Señor, como hizo San Francisco: “¿Qué quieres que haga?, si luego no se está en condiciones de llevar a la práctica lo que el Señor te pide. De hecho, con frecuencia, para no sentirse agobiado por lo que el Señor solicita de uno mismo, se termina por auto convencerse de que eso no lo está pidiendo el Señor.

Ser fieles en lo poco es prepararse, entrenarse, para escuchar la voz de Dios, pida éste lo que pida. Y no sólo hay que verlo en el campo vocacional. También es importante en otros ámbitos; por ejemplo, en lo concerniente al dolor, a la enfermedad, al sufrimiento. Con frecuencia tus problemas te parecen gigantescos, hasta que surgen problemas mayores que los relativizan. Si no has aprendido a soportar pequeñas pruebas, sucumbirás ante las grandes.

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